Mujeres en el Nuevo Testamento.
En el mundo
antiguo, salvo casos aislados, la mujer se limita a sus labores, se
la considera inferior, vive en relación de dependencia, está
sometida. Según La
Misná, que
recoge la tradición oral judía hasta el siglo II d.C., la hija
"permanecerá siempre bajo la autoridad paterna hasta que no
pase, con las nupcias, a la dependencia del marido” (Orden
tercero, IV,5). El historiador judío Flavio Josefo lo atestigua:
“La mujer, dice la ley, está sometida al marido en todo”
(Contra Apionem,
2,24). ¿Cambia
la situación de la mujer con la experiencia del Evangelio? Veamos
la figura de más
de cuarenta
mujeres en el
Nuevo Testamento: ¿qué papel tienen?, ¿el papel tradicional?, ¿un
papel nuevo?
1)
Isabel, madre de Juan Bautista. Isabel vive
en la montaña. Está casada con un sacerdote llamado Zacarías. No
tienen hijos y ambos son de edad avanzada (Lc 1,5-7). Pero Isabel
concibe un hijo, que le ha sido anunciado: “estará lleno de
espíritu santo desde el seno de su madre” (1,15). Estando
encinta, recibe la visita de su prima María: “en cuanto oyó
Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e
Isabel quedó llena de espíritu santo, y exclamó: Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, y ¿de dónde a
mi que la madre de mi Señor venga a mi?", "feliz la que
ha creído que se cumplirán en ella las cosas que le fueron dichas
de parte del Señor”. Y dijo María: “Proclama mi alma la
grandeza del Señor” María permaneció con ella unos seis meses
(1,39-56).
2)
María, la Madre. En
el evangelio de Lucas, María
aparece como
modelo de discípulo que acoge la Palabra: "He aquí la esclava
del Señor; hágase en mi según tu palabra" (Lc 1,38).
Cantamos así el anuncio que recibe: "No temas llena de gracia,
que está contigo el Señor, alégrate, en tu esperanza, alumbra la
luz del sol". María guarda en el corazón lo que se dice del
niño (2,51). En Nazaret va tejiendo el lenguaje humano de Jesús.
En el evangelio de Juan "la madre de Jesús", sin decir su
nombre, aparece en la boda de Caná (Jn 2,5) y al pie de la cruz
(19,25). En los demás evangelios, María aparece poco y, cuando
aparece, se dice que lo que importa no es la relación familiar,
sino la escucha de la palabra de Dios. Una vez, hablando Jesús a la
gente, alzó la voz una mujer y dijo: "Dichoso el seno que te
llevó y los pechos que te criaron". Replicó Jesús: "Dichosos
más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan" (Lc
11,27-28). En los Hechos de los apóstoles, María aparece en
oración con los discípulos (Hch 1,14).
3)
Ana, la profetisa. Vivió
siete años con su marido y permaneció viuda hasta los ochenta y
cuatro: "No se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y
día en ayunos y oraciones". Presenciando el momento de la
presentación de Jesús en el templo, donde lo tuvo en sus brazos y
"alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban
la redención de Jerusalén" (Lc 2,36-38).
4)
La novia de Caná ¿Parientes?
¿Vecinos? El caso es que María y Jesús estaban invitados a la
boda. Primer “signo de Jesús”: seis tinajas de cien litros cada
una = ¡seiscientos litros! Podrían montar una tienda. Jn.,2,3
5)
La suegra de Pedro.
Al llegar Jesús a la casa, vio a la suegra
de Pedro en
cama, con fiebre. Le tocó la mano, y la fiebre la dejó, y se
levantó y se puso a servirle. Una vez curada, ayuda a curar. Al
atardecer, le trajeron muchos endemoniados; expulsó a los espíritus
con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera
el oráculo del profeta Isaías: "El tomó nuestras flaquezas y
curó nuestras enfermedades" (Mt 8,14-17). Por "demonios"
podemos entender problemas, flaquezas, enfermedades. Se ha prestado
a toda serie de interpretaciones jocosas sobre su parentesco con
Pedro. Lc.,4,38
6)
La viuda de Naim. Mujer,
sin esposo y sin hijo único, total, un cero a la izquierda. Jesús
cambia la situación de la mujer. Fue Jesús a una ciudad llamada
Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando
se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un
muerto, hijo único de su madre que era viuda,
a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor,
tuvo compasión de ella, y le dijo: “No llores”. Y, acercándose,
tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo:
“Joven, a ti te digo: Levántate”. El muerto se incorporó y se
puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de
todos, y glorificaban a Dios diciendo: “Un gran profeta se ha
levantado entre nosotros, y Dios ha glorificado a su pueblo” (Lc
7,11-16).
7) La pecadora.
Probablemente la
“mujer pública” del pueblo. Jesús le devuelve la dignidad
perdida, después de su derroche de amor: “sus muchos pecados han
quedado perdonados, porque ha amado mucho “... Un fariseo invitó a
Jesús a comer. Había en la ciudad una mujer
pecadora, la
cual, al enterarse de que Jesús estaba en casa del fariseo, se
presentó allí con un frasco de alabastro lleno de perfume, se puso
detrás de él a sus pies y, llorando, comenzó a regarlos con sus
lágrimas y a enjugarlos con los cabellos de su cabeza, los besaba y
ungía con el perfume. El fariseo que le había invitado, al verlo,
se decía: “Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase
de mujer es la que lo toca. ¡Una pecadora!”. Jesús le dijo: “Un
prestamista tenía dos deudores; uno le debía diez veces más que el
otro. Como no podía pagarle, se lo perdonó a los dos. ¿Quién de
ellos le amará más?” El fariseo respondió: “Supongo que aquel
a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”...Y
dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”, “tu fe te ha
salvado, vete en paz” (Lc 7,36-50).
8)
La hija de Jairo. La
pobrecilla estaba en cama y no comía. Probablemente Jesús la curó
de la anorexia. Lc.8 ,43
9)
La hemorroísa. Uno
de los más hermosos pasajes del evangelio. Lo recogen también Mateo
(9,18-26) y Marcos (5,21-23). Esta mujer era un caso de impureza
legal según Lev.15,25-31, pero Jesús se salta la ley para salvar a
la persona. Lc., ibid.
Estando Jesús a
la orilla del lago de Galilea, llegó uno de los jefes de la
sinagoga, llamado Jairo. Cayó a sus pies y le suplicaba diciendo:
"Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre
ella para que se salve y viva". Y se fue con él. Entonces una
mujer que padecía
hemorragias desde
hacía doce años, que había sufrido mucho con muchos médicos y
había gastado toda su fortuna sin obtener ninguna mejoría, e
incluso había empeorado, al oír hablar de Jesús, se acercó a él
por detrás entre la gente y le tocó el manto, pues se decía: “Con
solo tocar sus vestidos, me curo”. Inmediatamente se secó la
fuente de las hemorragias y sintió que su cuerpo estaba curado.
Jesús se volvió a la gente y dijo: “¿Quién me ha tocado?".
Sus discípulos le contestaron: “Ves que la multitud te apretuja,
¿y dices quién te ha tocado?”. El seguía mirando alrededor.
Entonces la mujer se acercó asustada y temblorosa, se postró ante
Jesús y le dijo toda la verdad. El dijo a la mujer: “Hija, tu fe
te ha curado, vete en paz, libre ya de tu enfermedad” (Mc
5,21-34).
10)
Las mujeres que acompañaban a Jesús. “...
algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malos y de
enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete
demonios,Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y
otras muchas que les servían con sus bienes...”. Discretas, pero
imprescindibles, las mujeres. Lc.,8,2-3
Muchas mujeres
descubren la liberación del Evangelio: la mujer encorvada, la
hemorroísa, la viuda de Naím, la mujer cananea, la samaritana, la
pecadora perdonada, la mujer sorprendida en adulterio. Son curadas y
participan en la misión de Jesús, que enseña y cura (Mc 1,21-28).
Como aparecen tres varones (Pedro, Santiago y Juan) en momentos
importantes (la resurrección de la hija de Jairo, la
transfiguración, la agonía de Getsemaní), también aparecen tres
mujeres en momentos cruciales y decisivos. Mientras los varones
huyen, María
Magdalena, María la de Santiago y Salomé
se mantienen fieles hasta la muerte (Mc 15,40). María
Magdalena, Juana, María la de Santiago y
las que estaban con ellas anuncian a los demás la resurrección de
Jesús (Lc 24,10).
11)
Marta y María. Frecuentemente
son consideradas como personificación de la vida activa (Marta) y de
la contemplativa (María). Mientras ésta escuchaba a los pies de
Jesús, Marta se afanaba en preparar la comida. Pero Jesús (y la
Iglesia hoy), necesitaba de las dos.
Llegó Jesús a
una aldea y una mujer llamada Marta
le recibió en su
casa. Tenía una hermana llamada María.
Esta, sentada a
los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Marta andaba afanosa en
los muchos quehaceres, se paró y dijo: “Señor, ¿te parece bien
que mi hermana me deje sola con las faenas? Dile que me ayude”. El
Señor contestó: “Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por
muchas cosas, y sólo es necesaria una. María ha escogido la mejor
parte y no se la quitarán” (Lc 10,38-42).
12)
La mujer curada en sábado. Frente
a la hipocresía de los fariseos Jesús devuelve a la
salud a una pobre mujer.
Un sábado estaba
Jesús enseñando en una sinagoga y había una mujer
encorvada que
llevaba dieciocho años enferma y no podía enderezarse.
Al verla, Jesús le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad"
(Lc 13,12). Muchas mujeres se han visto encorvadas por el peso de la
enfermedad, por las cargas sociales y religiosas, por la marginación
que sufren, pero también (en el encuentro con Jesús) se han
enderezado, quedando libres de ataduras y condicionamientos.
13)
La mujer de la moneda. Seguramente
era una de las moneditas de su corona de novia, que las mujeres
guardaban como oro en paño. Lc.,15,8
14)
La viuda y el juez. "Una
viuda que solía decirle (al juez): Hazme justicia frente a mi
adversario.Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo
a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres,
como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia…”.
Me recuerda el poema de Rosalía “A xusticia po-la man”.
Lc.18
15)
La viuda de la limosna.
Sentado Jesús frente al tesoro del templo, miraba cómo la gente
echaba en las arcas. Muchos ricos echaban mucho. Pero llegó una
viuda pobre y
echó unos céntimos. Llamó a sus discípulos y les dijo: “Os
aseguro que esta pobre viuda ha echado más que todos, pues todos han
echado de lo que les sobra; en cambio ella ha echado de su indigencia
todo lo que tenía para vivir” (Mc 12,41-44). Lo dice la canción:
"Cuando el pobre nada tiene y aún reparte...va Dios mismo en
nuestro mismo
caminar"
16) La
samaritana. Iba
por agua al pozo de Jacob y se encontró con el Agua viva de Jesús.
Llega Jesús a una ciudad de Samaría. Los discípulos han ido a
comprar comida. Cansado del camino, se sienta Jesús junto al pozo.
Es hacia el mediodía. Llega una mujer
samaritana a
sacar agua. No se dice su nombre. Le dice Jesús: “Dame de beber”.
Ante la perplejidad de la samaritana, Jesús habla del don de Dios y
de la cuestión de quién da el agua viva: La mujer toma al pie de la
letra las palabras de Jesús: "Señor, no tienes con qué
sacarla y el pozo es hondo; ¿de dónde tienes tú esa agua viva? ¿Es
que tú eres más que nuestro padre
Jacob, que nos dio el pozo?". Jesús habla de otra agua: "Todo
el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del
agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le
dé, se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida
eterna". Le
dice la mujer: “Señor, dame de esa agua” (Jn 4,1-15). El le
dice: “Vete, llama a tu marido y vuelve acá”. Responde la mujer:
“No tengo marido”. Le dice Jesús: “Has tenido cinco maridos y
el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad”.
La conversación pasa al terreno religioso: ¿dónde hay que adorar?,
¿en Samaría o en Jerusalén? Responde Jesús: Llega la hora (ya
estamos en ella) en que los verdaderos adoradores adorarán al padre
en espíritu y en verdad”. Cuando venga el Cristo nos lo explicará
todo, dice la mujer. Jesús le dice: “Yo soy, el que está hablando
contigo”. En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de
que hablara con una mujer, pero nadie le dijo nada. La mujer, dejando
su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Venid a ver a
un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el
Cristo?” (Jn 4,1-30).
17)
La mujer adúltera. Jesús
rescata, perdona y devuelve la dignidad a aquella mujer, a quien los
“viejos verdes” querían lapidar. Recuerda el episodio de Susana
(Dn,13), aunque ésta era inocente.
Un día estaba
Jesús enseñando en el templo. Los escribas y fariseos le llevan una
mujer sorprendida
en adulterio. Le
dicen para tener de qué acusarle: “Moisés nos mandó en la Ley
apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”. La desigualdad entre
hombre y mujer es evidente: ¿Dónde está el cómplice del
adulterio? Jesús, inclinándose se puso a escribir con el dedo en la
tierra. Como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les
dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado que le tire la
primera piedra”. E inclinándose de nuevo escribía en la tierra.
Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro,
comenzando por los más viejos. Y se quedó Jesús sólo con la
mujer. Incorporándose Jesús le dijo: “Mujer, ¿dónde están?,
¿nadie te ha condenado?”. Ella respondió: “Nadie, Señor”.
Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no
peques más” (Jn 8,2-11). Por tanto, conversión, sí;
penalización, no.
18)
La sirofenicia. Ejemplo
de oración persistente, que convence a Jesús: “… también los
perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”.
Fue Jesús a la
región de Tiro y de Sidón. Entró en una casa, pero no logró pasar
inadvertido. Una mujer
cananea salió de
aquellos contornos y se puso a gritar: “¡Ten compasión de mí,
Señor, hijo de David! Mi hija está atormentada por un demonio”.
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le
dijeron: “Despídela, porque viene gritando detrás de nosotros”.
El respondió: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la
casa de Israel”. Ella se acercó, se puso de rodillas delante de él
y le suplicó: “¡Señor, ayúdame!”. Los judíos no podían
admitir a su mesa a los paganos. Jesús le dijo: “No está bien
quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros”. Pero
ella respondió: “Cierto, Señor, pero también los perros comen
las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le
dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que te suceda como quieres”.
Y desde aquel momento quedó curada su hija (Mt 15,21-28).
19)
La madre de los Zebedeos. Atrevida
y pretenciosa: pide a Jesús nada menos que sus hijos (Santiago y
Juan) se sienten uno a su derecha y otro a su izquierda en el Reino.
Mt.20,20
20)
Las diez vírgenes. Parábola
sobre la vigilancia y la atenta espera del Señor. Las cinco
vírgenes prudentes llevan aceite suficiente para la espera del novio
en la noche; las necias no, y cuando el novio tarda, se les acaba el
aceite y no pueden tener las lámparas encendidas. Mt.25,1-13
21)
La criada de Caifás. Una
pesadilla para Pedro. El, que quería pasar desapercibido es
descubierto por su acento galileo como discípulo del acusado.
Mt.26,69.75
22)
La mujer de Pilato. Padecía
pesadillas con Jesús y se lo va a decir a su marido… De todas
formas, Poncio se lavaría las manos. Mt.27,19
23)
Las mujeres de Jerusalén. Lloraban
al ver pasar a Jesús cargando con la cruz. El les diría: ”Hijas
de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por
vuestros hijos…”. Lc.23,27
24)
Las mujeres del Calvario. “Junto
a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María,
la de Cleofás, y María, la Magdalena”. S.Mateo habla de más
mujeres, entre ellas la madre de Santiago y José y la madre de los
Zebedeos. Mt.27,55/Jn.19,25
25)
Maria Magdalena y el resucitado. La
primera en experimentar su presencia y comunicárselo a los demás.
María de Magdala, ciudad situada junto al lago de Galilea, es una mujer curada por Jesús. De ella "habían salido siete demonios" (Mc 16,9), o sea, varios problemas. Anuncia la resurrección de Jesús a los demás. El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro. Echa a correr y dice a Simón Pedro y a Juan: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde le han puesto". Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio dos ángeles, dos mensajeros, vestidos de blanco, vestidos de gloria, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Le dicen: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella expresa su desconcierto: "Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto". Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?". Ella, pensando que era el hortelano, le dice: "Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, y yo me lo llevaré". Jesús le dice: "María". Ella se vuelve y le dice en hebreo: "Rabbuní", que quiere decir: "Maestro". Le dice Jesús: "No me toques, que todavía no he subido al padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi padre y a vuestro padre, a mi Dios y vuestro Dios". Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras (Jn 20,1-18). En los primeros siglos se la llama apóstol de los apóstoles. El evangelio de Mateo dice que ella y la otra María, la de Santiago, "acercándose, se asieron a sus pies y le adoraron" (Mt 28,9). Pero el resucitado no puede ser tocado, agarrado, retenido (ver Cc 3,4). Se escapa de las manos, sube a la casa del padre.
26) Safira, la mentirosa. Los primeros cristianos “ponían sus sus bienes a los pies de los Apóstoles”… Pero Ananías y su esposa Safira engañaron a Pedro, reservándose parte de su propiedad. El castigo fue duro y ejemplarizador (Hch
5,1-11).
27)
Las cuatro hijas de Felipe. “Este
tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban...”. No solía haber
profetisas. Hch.21,9 Hay profetisas, las cuatro
hijas de Felipe
(Hch 21,9); también diaconisas
28) Tabita, la
costurera de Jaffa. La
buena de Tabita, o Gacela, era modistilla y hacía “infinidad de
obras buenas y limosnas”. Vivía en Lida (actual Lod, aeropuerto de
Tel Aviv), enfermó y murió. Todas sus clientas hacián duelo por
ella, enseñando los vestidos que hacía. Mandaron llamar a Pedro,
que estaba el Jaffa. Al estilo de Jesús, le dio la mano y la
resucitó. Hch.9,36
29)
Lidia, la vendedora de púrpura. Junto
a las grandes comunidades, como Jerusalén o Antioquía, están las
pequeñas comunidades, cuya dirección puede corresponder al cabeza
de familia, varón o mujer (Rm 16,3-5;Col 4,15). En Filipos, la
comunidad empieza por un grupo de mujeres: Una de ellas es Lidia,
vendedora de
tinte púrpura, natural de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le
abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo, que
se la encuentra en Filipos, a la orilla del río. Cuando ella y los
de su casa recibieron el bautismo, suplicó: "Si juzgáis que
soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa" (Hch 16,12-15).
. Se bautizó con toda su familia e hizo un gran banquete.
30)
La joven adivina. Esta
esclava tenía dotes de adivinación y era explotada por su amo a
quien “proporcionaba grandes ganancias”. Se convirtió en
seguidora de Pablo. Hch.16,16
31)
Dámaris, la areopagita. Pablo
tuvo la osadía de ir a anunciar a Jesús Resucitado al mismo
Areópago. Los sabios se lo tomaron a broma:”de esto ya te oiremos
hablar en otra ocasión”.. Algunos le siguieron, entre otros
Dionisio el Areopagita y “una mujer llamada Dámaris”.
Hch.17,34
32)
Berenice, la mujer de Agripa. No
tiene otro protagonismo que el de estar al lado de su esposo en el
juicio de Pablo. Hch.25,13
33)
Febe, la diaconisa. Parece
que no se trata de ningún ministerio ordenado. En la carta a los
Romanos, Pablo recomienda a Febe,
"nuestra hermana, diaconisa (servidora, ministra, matrona) de la
Iglesia de Céncreas": "recibidla en el Señor de una
manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que
necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso
de mí mismo" (Rm 16,1-2).
34)
Priscila, la esposa de Áquila. En
Corinto se encuentra Pablo con un judío llamado Aquila, originario
del Ponto, que acababa de llegar de Italia, y con su mujer Priscila,
por haber
decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma; se llegó a
ellos y como era del mismo oficio, se quedó a vivir y a trabajar con
ellos. El oficio de ellos era fabricar tiendas (Hch 18,1-3). Poco
después, en Efeso, se encuentran con un judío llamado Apolo,
originario de Alejandría, hombre elocuente, que dominaba las
Escrituras. Había sido instruido en el camino del Señor, y con
fervor de espíritu hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente
a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan: "Al
oírle Aquila y Priscila, le tomaron consigo y le expusieron más
exactamente el Camino" (Hch 18,24-27). Dice también Pablo:
"Saludad a Prisca
y Aquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron sus
cabezas para salvarme. Y no soy yo solo en agradecérselo, sino
también todas las Iglesias de la gentilidad; saludad también a la
Iglesia que se reúne en su casa" (Rom 6,3-5)
35)
María. "...
Que con tanto afán ha trabajado en vuestro favor”. Rom.16,6 Las
mujeres toman la palabra en la comunidad: "Profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas" (Hch 2,17; 1 Co 11,5). Muchas
se distinguen en el servicio del evangelio, como María,
madre de Juan
Marcos, y su sirvienta Rode
(Hch
12,12-13).
36)
Junia. La esposa
de Andrónico. Pablo dice: "Saludad a Andrónico y Junia,
mis parientes y compañeros de prisión, que son ilustres entre los
apóstoles y además llegaron a Cristo antes que yo”(Rom 16,
6-7)
37)
Trifena y Trifosa. ”Que
han trabajado afanosamente en el Señor”. Rom.16,12 Pablo dirá:
"saludad a Trifena
y a Trifosa, que
se han fatigado en el Señor. (Rom 16,12).
38)
Pérside. ”Saludad
a la amada Périsde,
que ha trabajado con mucho afán en el Señor” (Rom16,12)
39)
Julia. La última
que figura con su nombre propio en esta larga postdata de la carta a
los Romanos, junto con Filólogo, Nereo y su hermana. "Saludad a
Asíncrito y Fregonta,
...a Filólogo y a Julia,
a Nereo y a su
hermana, lo mismo
que a Olimpas"
(Rom 16,14-15).
40)
Evodia y Síntique. Pablo
les ruega que se pongan de acuerdo y a Timoteo,”leal compañero..que
las ayudes, pues ellas lucharon a mi lado por el Evangelio..”.
Ruega "a Evodia,
lo mismo que a Síntique,
que tengan un
mismo sentir en el Señor" (Flp 4,2)
41)
Otras mujeres cristianas.
En la carta a los Colosenses, saluda "a los hermanos, a Ninfas
y a la Iglesia de
su casa" (Col 4,15). En la primera carta a los Corintios,
les dice que sabe "por los de Cloe,
que existen
discordias entre vosotros" (1 Co 1,11). En la carta a Filemón,
saluda a la hermana Apia
(Flm 2).
42) Loida y
Eunice, madre y abuela de Timoteo. “Evoco
el recuerdo de tu fé sincera, la que arraigó primero en tu abuela
Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti”.
2Tim.1,5
42)
La Mujer y el dragón. A
finales del siglo I, en época de persecución, Juan dice ver en el
cielo (en el lenguaje de las constelaciones) lo que está pasando en
la tierra: "Una mujer
vestida del sol,
con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto" (Ap
12,1-2). La mujer es la Iglesia naciente, la comunidad cristiana,
vestida del sol, ciertamente "sol de justicia" (Ml 3,20),
vestida del Señor Resucitado, iluminada por la gloria de Dios (Ap
21,23). La luna puede ser María. La corona de doce estrellas, los
apóstoles. Es una Iglesia que está dando a luz, un Iglesia fecunda.
Frente a ella, amenazante, aparece "un gran dragón rojo, con
siete cabezas y diez cuernos", "su cola arrastra la tercera
parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra"
(Ap 12,3-4). El dragón es "la serpiente antigua" (Ap
12,9), el imperio, el poder. La lucha es brutal, pero "ahora ya
ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la
potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de
nuestros hermanos" (Ap 12,10).